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Análisis integral de riesgos globales en 2024

El análisis exhaustivo de los riesgos globales pone de manifiesto una estrecha interrelación entre la política internacional y las estrategias de inserción implementadas por las diversas naciones. El comercio internacional en particular emerge como un elemento crucial en este proceso de vinculación, cuya dinámica está intrínsecamente ligada a consideraciones políticas. La evolución de este proceso no puede ser comprendida de manera completa sin una apreciación profunda de la política internacional.

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El análisis exhaustivo de los riesgos globales pone de manifiesto una estrecha interrelación entre la política internacional y las estrategias de inserción implementadas por las diversas naciones. El comercio internacional en particular emerge como un elemento crucial en este proceso de vinculación, cuya dinámica está intrínsecamente ligada a consideraciones políticas. La evolución de este proceso no puede ser comprendida de manera completa sin una apreciación profunda de la política internacional.

Fenómenos aparentemente distantes, como las elecciones en Estados Unidos, el flujo mundial de minerales críticos, la inestabilidad en el Mar Rojo y la sequía en Panamá, ejemplifican la interdependencia entre eventos y regiones supuestamente separadas. Estos sucesos, aunque geográficamente alejados de Argentina, ejercen un impacto directo en el país y demuestran la manifestación contemporánea de lo que podría caracterizarse como la «era del riesgo geopolítico». 

En este contexto, es esencial comprender la complejidad y la dependencia recíproca de los factores geopolíticos, económicos y medioambientales que subyacen a los riesgos globales.  Este análisis holístico es fundamental para la formulación de políticas efectivas de gestión de conflictos y para la adopción de estrategias resilientes que permitan a los países hacer frente a los desafíos emergentes en el panorama internacional. La evaluación de estos riesgos desempeña un papel crucial en el proceso de toma de decisiones estratégicas y de inversión, particularmente en el sector financiero, donde la geopolítica ocupa una posición central.

Los informes anuales de riesgo producidos por consultoras e instituciones ofrecen una orientación significativa para la identificación y comprensión de las tendencias que demandan atención. Al considerar las principales publicaciones que contienen previsiones para el año 2024, es posible clasificar los riesgos en cuatro dimensiones primarias: geopolítica, política, ambiental y tecnológica.

Con respecto a la dimensión geopolítica, tres temas destacarán en el panorama del año: una mayor fragmentación entre bloques geopolíticos y económicos, un orden mundial más volátil y menos predecible, y una aceleración en el replanteamiento de la globalización. Estos desafíos se ven exacerbados por tres puntos críticos —Ucrania, Israel y Taiwán— que representan riesgos importantes para el orden geopolítico, la economía global y la seguridad internacional en un contexto de creciente tensión global. Esta inclinación hacia la multipolaridad podría facilitar la intervención de actores clave en áreas de influencia vacantes, lo cual comprometería los mecanismos de contención de conflictos.

La última década ha sido testigo de un declive notable en la paz global, con un aumento sin precedentes en el número de conflictos activos. Entre los factores que inciden en esta tendencia encontramos cambios en el poder geopolítico y una creciente fragilidad económica. Estos retos desvían la atención y los recursos de las grandes potencias, poniendo en riesgo la seguridad global, los sistemas financieros y las cadenas de suministro.

Estos focos críticos involucran a grandes potencias con intereses en juego, como el control de recursos energéticos y rutas comerciales en el Oriente Medio, la estabilidad en Europa del Este y el dominio de cadenas de suministro tecnológicas avanzadas en Asia Oriental. 

La coyuntura en Ucrania, por ejemplo, se presenta en un estado complejo, caracterizado por la reducción del respaldo proveniente de Estados Unidos y la vacilación predominante en Europa. Al mismo tiempo, Rusia está reforzando su capacidad militar, planteando desafíos significativos para Ucrania en términos de reclutamiento y producción de armamento. Aunque la probabilidad de una pérdida territorial este año parece remota, resulta imperativo que Ucrania aborde de manera proactiva sus problemáticas internas y militares para evitar posibles repercusiones adversas a largo plazo. Este escenario no solo implica un riesgo para la seguridad regional, sino que también podría tener implicancias en la cohesión de la alianza transatlántica. A su vez, la incertidumbre geopolítica y la eventual escalada del conflicto podrían incrementar la volatilidad en los mercados financieros y generar inquietudes respecto a la seguridad energética, además de afectar las cadenas de suministro globales y provocar alzas en los precios de los productos básicos.

En Oriente Medio, el panorama se ha tornado más inestable a raíz de los ataques perpetrados por Hamas, los cuales han desencadenado una desestabilización en la seguridad de Israel e intensificado las tensiones en la región. Existe la posibilidad de una escalada del conflicto, como un potencial ataque preventivo de Israel contra Hezbollah respaldado por Estados Unidos. Asimismo, los insurgentes hutíes buscan acentuar la confrontación, amenazando rutas marítimas vitales y las milicias chiítas en Irak y Siria han incrementado sus ataques contra bases estadounidenses. Estas tensiones no sólo representan una amenaza para la estabilidad económica global, sino que también alimentan el extremismo político y religioso en la región y más allá. En caso de agravarse, podría desencadenar una guerra regional más amplia, involucrando a grandes potencias y afectando los precios mundiales de la energía. 

Por otra parte, el panorama económico a corto plazo se ve marcado por una notable inquietud debido a factores internos en los principales mercados globales y desarrollos geopolíticos. Las persistentes presiones en la oferta y la incertidumbre en la demanda podrían resultar en una inflación sostenida y tasas de interés elevadas, lo que impactaría particularmente a las empresas de tamaño medio y pequeño, así como a países con altos niveles de endeudamiento. 

Las perspectivas para las dos mayores economías, China y Estados Unidos, son complejas y representan fuentes clave de dudas para la economía mundial. En Estados Unidos, se anticipa un crecimiento económico de hasta el 2.4% para el 2024, con potenciales recortes en las tasas de interés durante la primera mitad del año. Sin embargo, el alto endeudamiento y la posibilidad de consolidación fiscal o conflictos políticos podrían tener efectos relevantes en los mercados globales. 

En relación a China, las restricciones económicas y las dinámicas políticas actuales están impidiendo un rebote sostenido en el crecimiento. La incapacidad de Beijing para abordar el estancamiento en su modelo, las vulnerabilidades financieras, la demanda insuficiente y la crisis de confianza, aumentarán los desafíos de legitimidad del Partido Comunista Chino (PCC) y el riesgo de inestabilidad social. Los signos de malestar económico ya son evidentes desde el año pasado, con la salida de inversores extranjeros, la degradación de la perspectiva crediticia de Moody ‘s, estancamiento en la compra de propiedades y una caída en el mercado bursátil. La tendencia de desinversión en China continuará debido a políticas ambiguas, preocupaciones sobre riesgos geopolíticos y represiones regulatorias del PCC. La persistencia de restricciones como la demografía desfavorable, la erosión de las ventajas en costos laborales y el alto endeudamiento, junto con la dependencia del gobierno en la inversión estatal, reducirán las perspectivas de una recuperación económica. Además, la debilidad en el sector inmobiliario, la baja demanda externa y las políticas económicas gubernamentales también dificultarán la recuperación en 2024.

Por otro lado, se proyecta que los gobiernos a nivel mundial implementarán medidas proteccionistas que interrumpirán el flujo de minerales críticos (litio, cobalto, níquel), generando mayor volatilidad en los precios y provocando la reconfiguración de las cadenas de suministro. Estos minerales son esenciales para sectores estratégicos como la energía limpia, la informática avanzada, la biotecnología, el transporte y la defensa. 

No obstante, la extracción desigual de estos materiales, concentrada en países específicos junto con el predominio del procesamiento en China, crea vulnerabilidades en dichas cadenas. La dependencia de China en la minería, procesamiento y refinamiento de minerales plantea retos importantes para Estados Unidos y la Unión Europea, quienes están tratando de fortalecer sus sectores de manufactura avanzada. En este escenario, se espera que la competencia entre importadores y exportadores de minerales críticos se intensifique en 2024, lo que aumentará la presión sobre la estabilidad económica global.

En referencia a la dimensión política de los riesgos globales, el aspecto predominante está vinculado al hecho de que, en 2024, pese a la excepcional fuerza militar y económica de Estados Unidos, su sistema político enfrenta una disfuncionalidad que supera a la de cualquier otra democracia industrial avanzada, amenazando con un debilitamiento adicional. Las elecciones presidenciales agravarán la división política del país, sometiendo a la democracia estadounidense a una prueba sin precedentes en 150 años y minando la credibilidad del país a nivel mundial. La confianza en instituciones esenciales como el Congreso, el poder judicial y los medios de comunicación ha alcanzado mínimos históricos, mientras que la polarización y politización están en niveles sumamente altos. Del mismo modo, la proliferación de desinformación, amplificada algorítmicamente, ha llevado a los estadounidenses a desconfiar de un conjunto común de hechos sobre la nación y el mundo.

El expresidente Donald Trump enfrenta múltiples cargos criminales, muchos de ellos vinculados directamente al accionar durante su mandato, incluidos sus intentos de anular los resultados de elecciones libres y justas. Por su parte, al finalizar una hipotética segunda presidencia, el presidente Joe Biden tendría 86 años, situación que la mayoría de los estadounidenses no desean, tanto para él como para su predecesor, liderando el país. Esta división se intensificará antes de las elecciones ya que Trump, asegurando la nominación, influirá en la política republicana y estadounidense, exacerbando el extremismo político, la división y la parálisis aún más.

Su eventual victoria tendría repercusiones negativas a nivel global, pues los legisladores republicanos adoptarían sus posturas en política exterior, afectando las relaciones con Ucrania y el Medio Oriente. Si Trump ganara, Biden podría ceder, pero los líderes demócratas lo considerarían ilegítimo, generando protestas masivas y aumentando el riesgo de violencia en un país ya profundamente dividido. En caso de perder, se espera que Trump no acepte la derrota, buscando impugnar los resultados y desacreditar el proceso electoral, lo que socavaría aún más la confianza en las instituciones democráticas estadounidenses.

Aunque improbable, existe la posibilidad de que Estados Unidos no pueda llevar a cabo comicios en noviembre debido a diversos factores, como ciberataques, desinformación y ataques físicos. En resumen, la elección de 2024 profundizará la división y la disfunción en Estados Unidos, impactando en su tejido social, instituciones políticas y posición internacional.

En relación a la dimensión tecnológica, se prevé que en 2024 se evidencien notorias deficiencias en la regulación de la inteligencia artificial (IA), atribuibles a la indecisión en los esfuerzos regulatorios y a la ausencia de limitaciones para las empresas tecnológicas, lo que permite la proliferación de modelos y herramientas que operan al margen del escrutinio gubernamental.

La capacidad mejorada de manipulación de información, impulsada por avances tecnológicos y la disminución de la confianza en las instituciones, sugiere que distintos actores aprovecharán la difusión de contenido sintético para intensificar tensiones sociales, promover la violencia ideológica y reprimir disidencias políticas, con efectos de largo alcance.

El entorno electoral representa un foco de riesgo destacado, ya que la propagación de desinformación podría minar la percepción de legitimidad de los gobiernos recién elegidos, aumentando el riesgo de conflictos políticos, violencia y erosión sostenida de los procesos democráticos. En este contexto, la noción de verdad se ve cada vez más cuestionada, lo que podría fortalecer tendencias autoritarias y restringir las libertades civiles en línea, intensificando la vulnerabilidad de la sociedad a la manipulación y el control político.

La dimensión ambiental constituye el último aspecto a considerar en el análisis de los riesgos globales proyectados para el año 2024. Aquí corresponde referirse principalmente al regreso del fenómeno climático El Niño. Tras cuatro años de ausencia, alcanzará su punto máximo en la primera mitad del año 2024, desencadenando una serie de eventos climáticos extremos con repercusiones potenciales en la producción agrícola, la seguridad alimentaria, los presupuestos nacionales y los mercados financieros globales. Este fenómeno, predecible pero poderoso, aumentará la frecuencia y magnitud de fenómenos climáticos adversos, como olas de calor, sequías, tormentas e inundaciones, debido al calentamiento de las temperaturas globales provocado por corrientes y vientos más cálidos en el Océano Pacífico.

La última aparición relevante de El Niño en 2016 contribuyó al año más cálido registrado hasta entonces, y con las temperaturas base ya en aumento debido al cambio climático, es probable que 2024 establezca un nuevo récord. Este impacto se sentirá principalmente en regiones como el Indo-Pacífico, América Latina y el sur de África, donde se espera que áreas específicas experimenten períodos prolongados de sequías severas y generalizadas y temperaturas récord.

En las zonas afectadas por inundaciones, se anticipa un aumento en las enfermedades tropicales, como cólera y dengue, especialmente en África oriental, el sudeste asiático y América Central y del Sur. La combinación de inseguridad alimentaria, estrés hídrico y desastres naturales ejercerá una presión destacada sobre los países con capacidades de adaptación limitadas, incrementando su fragilidad política y económica ya existente.

En conclusión, dadas las características inherentes al contexto contemporáneo, se destaca la transición discernible desde un paradigma de globalización centrado en la optimización de costos hacia uno que se define por la prominencia de riesgos. Esta evolución subraya la imperiosa necesidad de una apreciación integral y detallada de los desafíos inherentes, requiriendo un enfoque que haga hincapié en las relaciones internacionales. Tal aproximación se torna indispensable para la consecución de una inserción exitosa en los mercados internacionales mediante la formulación y ejecución de estrategias que sean tanto efectivas como adaptables a los entornos en constante transformación y caracterizados por su naturaleza desafiante.